El origen indígena de la comunidad de El Peñol

Piezas arqueológicas en el Museo Histórico de El Peñol
Piezas arqueológicas en el Museo Histórico de El Peñol

Por: José Nevardo García Giraldo

Coordinador Museo Histórico de El Peñol

El Museo Histórico de El Peñol cuenta con una sala de arqueología donde se expone parte de una gran colección de evidencias precolombinas obtenidas en dos reconocimientos arqueológicos que dan fe del origen indígena de esta comunidad.

Es bien conocido en todo el Oriente Antioqueño que en 1978 se hizo por parte de las Empresas Públicas de Medellín el embalsamiento de El Peñol, inundando 6365 hectáreas para desarrollar el Proyecto Hidroeléctrico del Rio Nare, cuyo objetivo final fue construir y poner en operación la Central Hidroeléctrica de Guatapé.  Todas estas obras se realizaron sin hacer un reconocimiento arqueológico o mucho menos un proyecto de arqueología de rescate, a sabiendas que el origen de las comunidades afectadas fue precisamente una doctrina indígena que inició en 1666 y llegó a la categoría de “Resguardo o Pueblo de Indios” en 1714.

Dentro del Programa de Recuperación de la Memoria Cultural de El Peñol, llevado a cabo en 1995 y 1996, se ejecutaron diez proyectos de investigación y uno de ellos fue precisamente un reconocimiento y prospección arqueológica que en 1996 lideraron los antropólogos Óscar Darío Quintero y Alejandra Gómez Gómez, quienes ubicaron 18 sitios arqueológicos, labores que contaron con un alto contenido de vinculación comunitaria.  Inicialmente se realizaron varios talleres de sensibilización; se contactaron los presidentes de las juntas de acciones comunales; hubo varios talleres en los establecimientos educativos; algunas exposiciones sobre este tema en el museo; una capacitación y adiestramiento al Grupo Amigos del Museo para que fueran los auxiliares de campo; y la vinculación de algunas instituciones locales, tales como la administración municipal, la emisora local y el canal local de televisión.  Es decir, toda la comunidad estuvo involucrada, de alguna forma en el desarrollo del proyecto e incluso se publicaron 14 ediciones de un periódico local cuyo objetivo fue informar los avances investigativos.

Fue trascendental la vinculación del Museo Universitario de la Universidad de Antioquia y la asesoría de la entonces Dirección de Extensión Cultural Departamental, hoy llamado Instituto de Cultura y Patrimonio de Antioquia.  Los resultados fueron los mejores y se constituyeron en el primer acervo de la colección arqueológica del museo.  Se encontraron evidencias que datadas correspondían al Siglo V antes de Cristo; marrón inciso antioqueño del Siglo VI después de Cristo y también evidencias de comunidades tardías del Siglo XIV.  Hicieron parte de estos hallazgos: herramientas líticas, utensilios y abundantes evidencias cerámicas.  Las comunidades suministraron muchas informaciones y facilitaron las fincas.  Varias personas hicieron entregas voluntarias de ollas y otros elementos que habían adquirido, incluso de culturas que nada tenían que ver con la región objeto de estudio.

Analizado y fichado todo este material, se elaboró el mapa de la posible ruta arqueológica de la localidad; se hizo el montaje de una exposición de todo el proyecto; hubo visita especial de los presidentes de acciones comunales y también de grupos escolares al Museo Universitario; se presentaron informes para devolver a la comunidad la información ya tabulada; y finalmente se registró un gran entusiasmo social por los logros obtenidos con la gran participación que hubo.

Con base en esta experiencia y la capacidad instalada que ya tenía el museo se ejecutó un segundo proyecto en 2010, que se llamó: “Relaciones Socioespaciales de los Habitantes de la Cuenca Media del Rio Nare en El Peñol”, trabajo monográfico realizado por el antropólogo Wilson Mayo López.  En estas labores se profundizó mucho más y con el mismo entusiasmo comunitario, hasta llegar a encontrar otros 20 sitios arqueológicos y algunos petroglifos.  Hubo una gran revisión de literatura al respecto y se llegó a elaborar el mapa arqueológico de la localidad y su plan de manejo, el cual fue incluido en el Esquema de Ordenamiento Territorial.

Sin pretender que esta experiencia sea un modelo, sino un simple ejemplo de muchos otros que tenemos en el país, respetuosamente siempre comulgaremos siempre con la siguiente sugerencia de la UNESCO, en su Carta de Barcelona de 2001 sobre la defensa del patrimonio cultural y que expresa lo siguiente:

“La defensa y conservación del patrimonio cultural parte de un compromiso moral y ético de carácter altruista, en pro del bien común y basado en el conocimiento de los bienes culturales.  La gestión y defensa del patrimonio cultural debe ser una labor imperiosa de la sociedad.  Las acciones debe realizarlas la misma comunidad para su uso y gestión”

ORIGEN DEL POBLAMIENTO:

Tratando de establecer los primeros propietarios de las tierras de El Peñol, el investigador Julio Martín Castañeda encontró que don Pedro de Aldana, hijo del español don Pedro Fernández Crespo y que en 1604 fue alcalde del Valle de Rionegro, se hizo a una inmensa merced de tierras en Marinilla y en la Estancia de El Peñol en 1610, por intermedio del Cabildo de los Remedios.  Allí tuvo hatos de ganado y bohíos.  Posteriormente vendió estas tierras al Capitán Fernando Ocio y Salazar, quien era hijo del español Hernán Pérez de Ocio y Caicedo.  Fernando Ocio se estableció en Remedios; se casó con doña María Centeno y vendió estas tierras a don Gonzalo Ortiz Diente.  Fallecido éste, sus herederos las vendieron a don Diego Muñoz de Bonilla en la época que ya había allí el comienzo de una doctrina indígena que instauró el padre Fray Miguel de Castro y Rivadeneira y Bolaños.

Don Diego Muñoz de Bonilla también tenía tierras en Itagüí y parte del Valle de Aburrá.  Se casó con doña María de Alarcón y de este matrimonio nació doña Sabina Muñoz de Bonilla, quien heredó estos dominios que en 1677 tenían un avalúo de cien pesos de oro fino.  Sabina Muñoz se casó con Francisco Manzueto Giraldo y en 1714 las autoridades españolas les quitaron a estos esposos legua y media de sus territorios para fundar un pueblo de indios con el nombre de Resguardo Indígena de San Antonio del Remolino de El Peñol, lo que se llevó a cabo mediante una cédula expedida por la Real Audiencia de la Nueva Granada el 14 de febrero en 1714 y suscrita por el Alférez Real don Juan Antonio Salvatierra. 

El acto protocolario se hizo el 13 de junio, día de San Antonio, día en el cual el presbítero Javier de Villa y Castañeda abrió el primer libro de bautismos. Doña Sabina Muñoz y don Francisco Manzueto fueron recompensados con otro territorio de igual medida en el sitio donde hoy es Cocorná. 

Este hecho tuvo importantes antecedentes desde 1654 con la labor misionera de Fray Miguel de Castro y Rivadeneira y Bolaños, a quien la historia local reconoce como fundador de El Peñol.  Pues había llegado inicialmente a las tierras que hoy conforman la jurisdicción de Marinilla, procedente de Cali y como Comisario de Jerusalén con el objetivo de recoger unas limosnas destinadas a los lugares santos.  Anotan los documentos más antiguos que en 1664 construyó una capilla en honor a San José en el Paraje de Belén, lo que al parecer fue el origen de la comunidad de Marinilla, donde también se considera como uno de sus fundadores.

Piezas arqueológicas en el Museo Histórico de El Peñol
El origen indígena… Pie de foto: Piezas arqueológicas en el Museo Histórico de El Peñol

Los archivos históricos dan fe de una Provisión de la Real Audiencia del Nuevo Reino de Granada, fechada el 21 de mayo de 1665, que reconoce la obra del fraile y ampara los indígenas que desde el año anterior también habían llegado de otras partes, tales como Guática, Quinchía, Supía la baja, Marmato, Anserma y otros, huyendo del maltrato que les daban los encomenderos.  Es de anotar que desde 1652 ya se habían establecido las primeras explotaciones de oro de aluvión a orillas del Rio Nare, las cuales eran abundantes.

En las “Crónicas del Nuevo Mundo” (Revista No: 20, página 314), se afirma que para el franciscano, América era el paraíso terrenal, que se proyectaba hacia el futuro, pensando que en esta nueva tierra frailes e indios, podrían crear una sociedad humana perfecta: “el reino de la concordia”, de la paz y del amor.  Allí se lograría vivir plenamente el ideal de las virtudes cristianas y se compensarían las pérdidas que la reforma protestante había infringido a la iglesia en Europa.

El franciscano afirmaba que el aborigen, por su mansedumbre, quedaba indefenso en su contacto con el español: sólo el fraile podía entablar con él una relación de padre o maestro, para enseñarle y corregirlo.  Una relación que debía estar basada en el amor y no en derecho.  El fin del mundo estaba cerca y había que evangelizar para que estas almas no cayeran en el infierno.

El 29 abril de 1666 Fray Miguel de Castro realizó el primer censo que dio cuenta de 101 indígenas, censo en el cual aparecen además familias llegadas de Quito, Tunja, Yumbo y San Lorenzo. Con esta comunidad hizo su labor misionera hasta 1668.  Eran muy numerosos los indígenas procedentes de Anserma y hasta la misma doña Sabina Muñoz de Bonilla, quien había heredado estas tierras de don Diego Muñoz de Bonilla, afirmaba que era oriunda de Anserma, según consta en documento existente en el Archivo Histórico de Marinilla.

De estos indígenas han escrito los cronistas que eran hombres y mujeres de agradable aspecto.  Dormían sobre esteras y mantas de algodón.  Los hombres portaban más joyas que las mujeres y éstas tenían unos vestidos muy largos que llamaban “enaguas”.  Andaban descalzos y tenían varias perforaciones en las orejas.  Tenían ídolos y en sus collares lucían animales como amuletos.  El maíz era su cultivo más importante.  Fue muy común la chicha y la llevaban a los cementerios para exaltar el carácter de los difuntos, tal como lo anota la historiadora Lucía Inés Abad en su obra sobre los Ansermas (1955).  Al demonio lo llamaban “xixarama” y cuando el cielo se oscurecía o iba a llover escupían hacia arriba para desviar las lluvias.

En 1668 llega a visitar esta doctrina Fray Francisco de Caro, para verificar la obra de Fray Miguel de Castro, ante algunos falsos rumores que llegaron a sus superiores.  Caro intimó a Fray Miguel y éste fue enviado a otra misión al Chocó.  Los indígenas insistieron mucho para que no fuera trasladado su cura doctrinero y llegaron a ofrecer dos cosechas y 92 pesos oro, cada año para su sostenimiento, lo cual no fue aceptado.  Don Alirio C. Díaz relata en su obra “Memorias de mi tierra”, algunos recuerdos de la vida indígena donde menciona anécdotas de Fray Miguel en esta doctrina de San Antonio, tales como las severas normas de comportamiento y los castigos por robos y amancebamiento. 

De la revisión de las crónicas se desprende que lo que más le costó a Fray Miguel en labor doctrinal fue luchar contra la idolatría de sus fieles, ya que éstos insistían portar amuletos en sus cuellos, con collares que representaban animales. 

El 01 de julio de 1678 el Capitán Nicolás Gómez Carrillo, Corregidor y Justicia Mayor de Remedios dio la orden a don Francisco Manzueto Giraldo de reducir los indios de El Peñol a pueblo.  La notificación se hizo a los indios el 8 de agosto y le correspondió a don Antonio Ramírez Coy informar a los indígenas de Guatapé que debían reducirse a El Peñol.  Al día siguiente, los reunió a todos y les estableció los linderos de la doctrina.

Fray Miguel de Castro y Rivadeneira había nacido en 1631 en Galicia (España) y después de su exitosa misión en San Antonio del Remolino, fue enviado al Chocó como coordinador de otra misión en la que también estaban Fray Miguel de Vera, Fray Bernardo Ramírez, Fray Miguel Tabuenca, Fray Francisco Caro y Fray Francisco García.  Según la información que se halló en la Biblioteca Luis Ángel Arango, éste murió en 1674 en el sitio de Lloró (Chocó), durante un levantamiento que los indígenas le hicieron al no querer aceptar su doctrina.

Puede afirmarse entonces, que la comunidad de El Peñol tuvo su origen en la “era de la razón”, la que históricamente se ubica entre 1650 y 1750 y que fue en Europa una revolución en el método científico y las formas de pensar.  En esta época se inventaron el telescopio, el barómetro, los relojes de péndulo, las máquinas calculadoras y las bombas de aire. Se inventaron nuevas medicinas y aparecieron nuevas enfermedades.

Fundado pues el pueblo de indios de San Antonio del Remolino de El Peñol, ese 13 de junio de 1714 con la notificación de la mencionada cédula real, hay que anotar que según varios historiadores este nombre se dio teniendo en cuenta tres elementos: la festividad de San Antonio; el camino que conducía a las bodegas del Remolino cerca al Rio Magdalena y la gran roca, referente geográfico que también le sirvió para tomar su nombre.

Ya desde 1561 la legislación real había definido la naturaleza de los resguardos definiéndolos como asignaciones de tierras, según la tradición indígena y de propiedad de un grupo de aborígenes.  Estas tierras no se podían vender y una de sus funciones era segregar a los grupos raciales extraños a los indígenas.  Sus funciones aparecen en la obra “Historia de la Estadística en Colombia”, de don José Luis Díaz Granados, así:

  1. Impedir el cruce de grupos étnicos
  2. Mantener disposición de mano de obra indígena.
  3. Garantizar la percepción de los tributos a la Corona.

Los límites de los resguardos siempre fueron imprecisos lo que contribuyó a la existencia de invasores.  En el caso del Resguardo de El Peñol fueron muchos los largos pleitos que los indígenas tuvieron que sostener entre 1728 y 1763 para defender sus tierras.  Hubo un durísimo proceso, por ejemplo, contra Buenaventura Arbeláez, entre 1771 y 1776, por la posesión de unas minas de oro.

El cacique del resguardo era un administrador de los bienes de la Corona, controlaba el trabajo de los indígenas y por ello tenía las siguientes prerrogativas:

  1. Se le permitía el título de una tierra para él.
  2. Tenía título de “don”
  3. Tenía licencia para consumir productos de España, lo que sólo estaba reservado para los blancos.
  4. Podía vestirse a la castellana
  5. Gozaba de honores que eran otorgados a los españoles.

Se evidencia en los archivos históricos una Real Provisión de 1719 obtenida por el capitán Pedro de la Serna Palacio para amparar los indios de San Antonio de El Peñol, la que nombró como gobernador al indio Fabian Pamplona; alcalde a Miguel Gómez y regidor a Juan Suárez.  Del año 1720 se referencia otro documento mediante el cual “su Alteza manda que no haya gobernador indio en San Antonio del Remolino y que más bien esté al cuidado de los alcaldes indios”.

De los nueve resguardos existentes en Antioquia el que más prosperó y se consolidó fue precisamente el de San Antonio del Remolino de El Peñol.  Cuando ya solamente quedaban 10 indígenas en ellos, eran forzosamente trasladados a El Peñol, tal como se puede verificar en documentos oficiales de 1756 con el traslado de los indígenas de San Antonio de Pereira.

Las institucionalidades parroquial y municipal fueron creadas en 1774, época en la cual ya se extinguían los indígenas por el cruel oficio de la carguería humana, hecho que se constituyó en el capítulo más doloroso de la historia local y digno de comentar en otra edición de este periódico.

Hoy sigue teniendo una gran importancia la investigación arqueológica con participación comunitaria para entender y valorar nuestros procesos sociales.

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