Hay pueblos que tienen música en sus calles, memoria en sus paredes y palabra en el aire. Marinilla es uno de ellos. No por haber sido cuna de grandes nombres del canon nacional, sino porque aquí, día a día, se sigue escribiendo desde la tierra, desde el corazón, desde la vida vivida.
La literatura que nace o se escribe en Marinilla no siempre busca protagonismo. A veces llega en voz baja, como lluvia en la madrugada, y sin embargo transforma. Son relatos tejidos con la mirada atenta al paisaje, con la escucha puesta en las voces antiguas, con la sensibilidad de quien sabe que escribir es también cuidar.
En este territorio, la palabra escrita no se separa del territorio habitado. Hay quienes escriben desde la relación íntima con la naturaleza, hilando versos que siguen los ciclos de la luna, el agua y la siembra. Otros narran la vida cotidiana con una prosa limpia y profunda, que nos recuerda que en lo simple también habita lo sagrado. Y también están quienes, con la poesía, elevan lo cotidiano a un canto, sin perder la raíz, ni la rabia, ni la ternura.
Autores como Chibchakum, Miguel Ángel Ríos o Adolfo León Rojas han aportado a ese tejido literario con distintas formas de sensibilidad. Cada uno, a su manera, propone una mirada hacia lo humano, lo natural, lo comunitario. Sus textos no solo se leen: se sienten. Nos tocan porque están hechos de la misma materia que la vida en este lugar. Hablan de los ríos, del trabajo, de las heridas, del amor, de la espera. Y al hacerlo, nos recuerdan que escribir también es un modo de resistir, de sanar y de sembrar futuro.
En Marinilla, la literatura se ha vuelto también encuentro. Talleres, círculos de lectura, publicaciones colectivas y conversaciones espontáneas en cafés o plazas han convertido la palabra en un espacio compartido. Aquí escribir no es un acto solitario: es parte de una práctica cultural que une generaciones, que abre preguntas, que construye memoria.
Porque Marinilla no necesita un pasado ilustre para tener una literatura viva. La tiene. Está aquí. Se escribe todos los días. Y como los hilos que cruzan una colcha campesina, esas palabras unen, protegen, abrigan.
Qué marinillos puedes leer?
La literatura que nace en Marinilla no se queda en el cajón. Hay autores y autoras que, con distintos estilos y temáticas, han puesto sus voces al servicio de la palabra compartida.
Entre ellos está Gustavo García, con su poemario Pequeñas sombras, una obra de sutileza que revela lo que apenas se insinúa. Martha Quintero, por su parte, se adentra en la memoria personal y familiar con Mis segundas letras, un libro autobiográfico íntimo y valiente. Miguel Ángel Ríos, en Relatos bandidos, ofrece narraciones breves que muestran con ironía y profundidad la cotidianidad de lo humano. Y Adolfo León Rojas, en su libro Delina y el alba, transforma el poema en un canto a la vida, al amor y a la belleza que habita lo simple.
También hay voces más jóvenes que están empezando a hacer eco: Felipe Ramírez, Adriana Aguirre y Santiago Gómez representan una generación que sigue explorando, desde otros lenguajes y preguntas, la relación entre palabra y territorio.
¿Dónde vivir la literatura en Marinilla?
Aquí no se trata solo de leer, sino de compartir la lectura como experiencia viva. Marinilla cuenta con espacios donde la literatura se conversa, se discute, se siente en colectivo.
El Club de Lectura de la Casa de la Cultura abre sus puertas a quienes quieren explorar obras diversas, desde clásicos hasta autores contemporáneos. El Parche de Lectura se toma cafés y espacios públicos, llevando la palabra al encuentro con la calle. Martha’s Club propone una lectura más íntima y reflexiva, mientras que el Club Límbico: emociones literarias apuesta por leer desde lo afectivo, conectando texto y emoción.
Leer en Marinilla no es un acto solitario. Es parte de un tejido que se construye entre todos, palabra a palabra, lectura a lectura.
Sindy Gómez Vergara
Consejera de literatura y fundadora del Parche de lectura.
