Consulta Popular: ¿Democracia o dictadura?

1. Ver para creer’, dice la gente.

 Es, realmente, al contrario: solo vemos lo que creemos. Una misma persona es vista y valorada por otros de acuerdo a lo que creen de ella. Un buen ejemplo puede ser la forma como distintos sectores ven y califican al Papa Francisco. Ahora, cuando su vida ha estado en riesgo, es mirado y valorado de distinta manera por sectores diferentes dentro de la Iglesia Católica, que piensan en un sucesor. Para unos, es un modelo del cristiano verdadero; para otros, un peligro para la iglesia católica. Hasta de comunista lo señalan algunos.

No se trata de buenos o malos: son personas con creencias e intereses distintos. También entre iglesias se dan estas diferentes creencias y visiones: en la iglesia anglicana, una mujer puede ser esposa de un sacerdote, o ella misma tener la dignidad sacerdotal. En la iglesia católica aun es inaceptable. ¿Por qué? De hecho, las diferencias giran en torno al papel de la mujer en la institucionalidad eclesial, de la sexualidad, del control de la natalidad y ahora de la eutanasia. Para unos se trata de derechos humanos, reconocimiento de la dignidad humana, para otros de abandono de la Ley. Y la disputa ya no es solo sobre la Ley de Moisés, sino sobre políticas públicas.

Ni para qué recordar que mientras Jesús de Nazaret era mirado por unos como el Nabi de Galilea, Profeta-Mensajero de la Divinidad-, los sacerdotes judíos dijeron a Pilatos: «Ese hombre es blasfemo y segun nuestra Ley debe morir». No podían aceptar que Jesús dijera: «Más vale el hombre que el Sabbat». Creían que no trabajando el sábado se hacían socios de la obra de la creación porque ese día «fueron acabados los cielos y la tierra». En cambio, para Jesús lo importante eran los seres humanos, así fueran pecadores o pecadoras. Y se tomaba la libertad de curar enfermos también en sábado.

En Colombia, hoy, se agudiza una confrontación de creencias que nos hacen ver las cosas de manera diferente. Para unos, el mandato cultural es: «dominad la tierra», ‘los negocios son negocios’ (‘plata es plata’). Quienes se opongan son un ‘enemigo interno’, y para ellos «la cárcel o la tumba».

En el Plan Nacional de Desarrollo, en cambio, se habla de una Colombia potencia de la VIDA- de la Humanidad y de la Naturaleza- y, por tanto, de una Paz Integral entre las personas y con la naturaleza.

En el nivel internacional puede verse quiénes apoyan la guerra y niegan la crisis climática, negando por supuesto el riesgo que han creado para la humanidad -; y qué propuestas se hacen para resolver problemas como el tráfico de la cocaína o de las migraciones generadas por la iniquidad y por la insolidaridad. La imagen de seres humanos, deportados por Trump a las cárceles de Bukele, en condiciones degradantes simpatizan a unos y estremecen a otros. Lo mismo que las imágenes de la guerra en Gaza.

La sociedad va cambiando moldes (paradigmas) para encontrar modalidades que permitan un mejor vivir. Hay momentos históricos de cambios de paradigma. No es fácil deconstruir paradigmas viejos y adoptar los nuevos que se proponen.

2. La Constitución del 91: un cambio de paradigma La Constitución del 1886 y la de 1991 obedecen a paradigmas diferentes: «en nombre de Dios fuente de toda autoridad, los delegatarios de los Estados hemos venido a decretar», dice la primera. «El pueblo de Colombia en ejercicio de su poder soberano decreta», dice la Constitución del 91. El primero es un paradigma autoritario, que invoca para justificarse una autoridad divina; el segundo, un paradigma democrático, fundado en el reconocimiento y respeto de la dignidad humana. En el primero, la soberanía residía en la Nación -en sus representantes -. En cambio, según la Constitución del 91, «la soberanía reside exclusivamente en el pueblo, del cual emana el poder público. El pueblo la ejerce directamente o por medio de sus representantes».

Puede observarse hoy la confrontación de paradigmas: si se llama a una Consulta Popular para definir el cumplimiento o no de un mandato electoral de la mayoría de los colombianos, en torno a cambios favorables para pensionados -y para los nunca pensionados-, en torno a condiciones laborales mejores para todas las personas que trabajan, incluidas las mujeres; derecho a servicios de salud y de educación garantizados en todos los territorios; reconocimiento de derechos plenos para campesinos y campesinas -incluida la tierra y el territorio-, como lo establece la Constitución; algunas personas ven aquí un peligro de dictadura y una amenaza para otras instituciones.

En la Constitución del 86 el objetivo fundamental era: «garantizar la unidad de la Nación, uno de cuyos fundamentos es el reconocimiento hecho por los partidos de que la iglesia católica, apostólica y romana es la de la Nación y que por lo tanto los poderes públicos la protegerán como base del orden social».

En Colombia, hoy, se agudiza una confrontación de creencias que nos hacen ver las cosas de manera diferente. Para unos, el mandato cultural es: «dominad la tierra», ‘los negocios son negocios’ (‘plata es plata’). Quienes se opongan son un ‘enemigo interno’, y para ellos «la cárcel o la tumba».

En la Constitución del 91 este objetivo ha cambiado en su contenido, mucho mas centrado en el pueblo que en la Nación, y en el método para conseguirlo: «fortalecer la unidad de la nacion y asegurar a sus integrantes la vida, la convivencia, el trabajo, la justicia, la igualdad, el conocimiento, la libertad y la paz, dentro de un marco jurídico, democrático y participativo que garantice un orden politico, economico y social justo». Para ello, el art. 1 establece que «Colombia es un Estado Social de Derecho, organizado en forma de República unitaria, descentralizada, con autonomia de sus entidades territoriales, democrática, participativa y pluralista, fundada en el respeto a la dignidad humana, en el trabajo y la solidaridad de las personas que la integran y en la prevalencia del interes general».

No eran constituyentes buenos o malos; eran creencias, intereses, visiones distintas, promovidas por sectores sociales y políticos distintos.

3. ¿Diálogo o estigmatización? El problema es que una estrategia política ha sido presentar al oponente como un enemigo, como un ser malo. Hay que crear sobre el Otro-a una «imagen de enemigo absoluto», sin derecho a derechos, para justificar que su dignidad humana no sea reconocida. A esto se le llama estigmatización. Un mecanismo eficaz para la justificar la violencia. Por eso en el Acuerdo de Paz de La Habana se acordo crear los Consejos de Paz, Reconciliación y Convivencia cuya principal tarea es contribuir en la «construccion de una cultura de reconciliación, convivencia, tolerancia y no estigmatización». Gandhi promovia el compromiso con la Verdad (satyagraha), y como conclusión no hacer daño (ahimsa). Es posible que yo no pueda comprender el razonamiento de mi oponente, y sin embargo pueda comprenderlo a él, convivir con él. Incluso puede ser mi amigo.

4. Hay un Camino: La Noviolencia.

Guillermo Gaviria Correa, con mirada futurista, quiso cambiar en Antioquia las relaciones de guerra con las FARC. «Después de 40 años de confrontación, es estúpido esperar resultados distintos utilizando los mismos metodos», decia Gilberto Echeverri, -creador de los Consejos de Paz -. Cuando se acerca un nuevo aniversario de su asesinato (mayo), vale la pena recordarlos.

«Con este peregrinaje quiero invitarles a que apliquemos la estrategia de la Noviolencia, escribio Guillermo. El valor esta en asumir una opción verdaderamente revolucionaria: una opción de vida y por la vida ( … ) Hay demasiada violencia en nuestras costumbres ( … ) Nuestra tarea es la de abrir la puerta a las posibilidades que ofrece la noviolencia en todos los ámbitos de la vida en comunidad, en la vida familiar, la educación, las relaciones entre las personas, las comunidades y las naciones; en la lucha contra la pobreza, la desigualdad».

Solo un diálogo comprometido con la verdad aporta salidas. La estigmatización del otro-o es una estrategia de violencia física y emocional.

Sin embargo, Guillermo intuyo el final de su intento noviolento en un ambiente en el que la guerra era la propuesta dominante, «una seguridad restringida a lo militar». Todo dialogo fue interrumpido por una accion de rescate militar que le costó la vida, – y por el cual el Consejo de Estado condenó a la Nacion. El papel del gobierno era proteger esas vidas, en vez de aumentar su riesgo -. Pero el anunció la permanencia de su propuesta e incidencia: «Si no estoy cautivo, sino que he sido asesinado, mi espiritu estará rogando por la paz de Colombia», termino escribiendo.

5. Mataron los caminantes, pero no el camino

Organizaciones del Oriente Antioqueño, como AMOR y otras, promueven hoy una campaña de acción noviolenta para pasar «de relaciones de dominio a relaciones de democracia de género», fundadas en el respeto a la dignidad humana y la solidaridad. El poder como capacidad de servir, no para servirse, no para dominar. Un cambio de paradigma.

En el Oriente Antioqueño la población rural viene siendo erradicada por un nuevo modelo de desarrollo urbano que no piensa en el agua, en el aire; que degrada el bosque y su diversidad biológica. Es decir, que no piensa en la VIDA que han cuidado los campesinos, sino en su bienestar inmediato. Bogota, a pesar del Páramo de Sumapaz, el más grande del pais y otros, lleva meses racionando el agua.

El cambio de paradigmas se percibe en nuestro territorio, una de las zonas más afectadas por el conflicto armado en Colombia: la zona de Páramo, Bosques, Humedales, que son ecosistemas estratégicos. El enfrentamiento armado sacó a las guerrillas, pero el Estado no copó el espacio. Hoy, con cultivos de coca y laboratorios de cocaína, comerciados y cuidados por carteles de la droga y por grupos armados ilegales. La guerra está de regreso.

¿Hacer trizas la paz, o hacer trizas la guerra? Un proceso de consulta popular debería tener ese carácter: «Entre todas y todos vamos a decidir las acciones concretas que nos permitan vislumbrar un horizonte de equidad y de justicia social para que la vida digna sea posible en igualdad de condiciones, sin excluir a nadie, en la totalidad de nuestro territorio», proponía Guillermo.

Los indígenas con sus Planes de Vida nos enseñan un camino. No es una Consulta Popular de carácter electoral. Es un ejercicio sostenido de pensar y planear colectivamente la transformacion del territorio para que la Vida Digna -el Buen Vivir- sea posible para todos los seres. No hay paz sin una sociedad que se la juega por la VIDA, de la humanidad y de la naturaleza. Ninguna opción por la guerra obedece a relaciones democraticas. Es una puja patriarcal. «Solo cuando el poder del amor sea mas fuerte que el amor al poder, el mundo conocera la paz», canta Jimi Hendrix. Una tarea que tiene que ver con la democracia de género. Exige de todos recuperar «lo femenino negado», dice Leonardo Boff, es decir una opción por el Cuidado de la Vida. Los Planes de Vida Digna pueden convertirse en una Consulta Popular sostenida que busque colectivamente garantía de derechos para toda la población y sean una alternativa a la guerra.

  • 1 Los textos que aquí aparecen son tomados de un artículo de Georgie Echeverri, funcionario en ese entonces y activista de la promoción de la Noviolencia. Hizo un esfuerzo por recoger pistas centrales del camino iniciado y marcado por Guillermo y Gilberto (texto y fotos en revista Territorio de Paz, Gobernación de Antioquia 2007)

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